“Estás regia, flaca.”
Son tres palabras que se sueltan como un ligero cumplido.
Y como las palabras no tienen gramaje físico, uno no suele pesarlas. Pero en lo emocional, las palabras pesan. Algunas como plumita, otras como pelota de bowling.
Según el Laboratorio de Reflexiones Innecesarias, hay frases que se te quedan pegadas como ese chicle que te tragaste a los seis años y que, según tu mamá, nunca se va a digerir.
Y la palabra “flaca", irónicamente, pesa de más.
Pesa porque viene cargada de suposiciones: que si estás flaca, entonces estás en control, estás disciplinada, estás linda. O al revés: que algo perdiste. Salud, energía, ganas de reírte.
La flacura, en este siglo, no es solo una característica física - es un Key Performance Indicator. Una forma de éxito que se mide por el centímetro de tu cintura y los kilos que te muestra la balanza. Está en todas partes: en las amistades lejanas que celebran tu flacura con ese entusiasmo contenido, diciendo “¡cómo te has adelgazado!” en los comentarios pasivo-agresivos disfrazados de preocupación, preguntándote “¿estás comiendo bien? se te ve un poco... ida…” o en el grito del pata que siente la libre autoridad de decirte desde la vereda que estás “rica, flaquita,” como si tu cuerpo fuese un póster de crispy chicken fingers de KFC colgado en la vía expresa.
Esa mirada que nos mide es la misma que nos vacía. Nos vamos entendiendo como objetos. Nos entrena para mostrarnos según lo que otros quieren ver. Y en ese show, nos volvemos más vitrina que vida. Y ahí es donde el “estás regia, flaca” se vuelve una trampa disfrazada de piropo.
En los 50, el cuerpo ideal tenía más curvas. Décadas después, llegó la era heroin chic. Ojos grandes, cuerpo chico, cara de no haber dormido en tres días. Y así las pasarelas van cambiando de acuerdo a las modas del tiempo. La moda cambia, pero la obsesión permanece. Siempre hay un ideal por alcanzar, una forma por corregir. Como si fuéramos nada más que paquetitos con nada dentro. Y ahí estás tú, preguntándote si deberías comer algo en la noche o solo tomar agua con limón.
Yo no tengo nada resuelto. También me alegré cuando el pantalón me quedó suelto. También he sentido culpa por comer postre. Pero intento, por lo menos con esta reflexión, de cambiar el foco. Un cuerpo que duerme bien, se mueve, come rico, y se siente con energía, salud y buen humor es la gran meta. Al final, eso es lo que realmente se nota.
No tengo una gran conclusión. Solo esto: espero que ser una skinny legend esté perdiendo la chispa de una vez, y sea reemplazado por el new cool de tener más músculo que pellejo… y la fuerza suficiente para valorarte de verdad.
La Parlanchina Investiga
Valdesolo, P. (2011). How Our Brains Turn Women Into Objects. Scientific American. https://www.scientificamerican.com/article/how-our-brains-turn-women-into-objects/
Feltman, R. & Mwangi, F. (2024). The Impact of Weight Stigma on Health. Scientific American. https://www.scientificamerican.com/article/the-impact-of-weight-stigma-on-health/
Buenísimo! Muy bien escrito Y tienes razón! O por qué estás flaca o porque estás gorda! Lo que vale es lo interior no como se te ve!👏👏❤️
Me sentí muy familiarizada. Se habla mucho de este tema pero sentí que conecté aquí.